Invitación a enamorarse

Mara Barros

Ya se sabe, todo comenzó con los griegos; y continuó con los romanos, que copiaron a los griegos; y, más tarde, vinieron aquellos artistas italianos que, en el siglo XV, se dijeron: «puestos a copiar, copiemos a los griegos y a los romanos», y se inventaron el Renacimiento; y, así, por el caminito de baldosas de mármol de la Historia del Ideal de la Belleza, hasta llegar a los padres de esta niña -Mara Barros-, que la hicieron conforme al canon clásico, sin olvidarse de echarle un buen puñado de sal de las marismas de Huelva.

Y no es un elogio infundado, ni excesivo; tengo pruebas fehacientes que lo demuestran; y aquí las aporto con la pertinente explicación de por medio.

Si uno se escapa a Madrid unos días, hay algunas visitas que son obligadas; entre ellas, como no, el Museo del Prado. Vamos a ver, ¿qué exposiciones temporales tenemos?… ¡Ah!, una de Rembrandt… ¡Espléndido!… Y, ¡oh, qué veo!.. Una de escultura clásica. Nada menos que parte de la colección del Albertinum de Dresde, que mientras está de obras se las presta al Prado, no vaya a ser que a algunas de las estatuas se les caiga un andamio encima y pierdan otro brazo más, o, incluso, las pocas que aún la conservan, la cabeza. Sin duda, estoy de suerte. ¡Con lo que me gustan a mí los griegos y los romanos, con su interminable culebrón entre dioses y hombres, al estilo «Amar en tiempos olímpicos»! (Perdón, quería decir: mitología.)

Así que por la mañana, tempranito, te plantas en el Prado y te embelesas contemplando esas estatuas de mármol de proporciones y armonía perfectas. En especial -porque tu gen Y no es precisamente de piedra-, ante aquellas que representan a algunas de las diosas y musas más hermosas que ha imaginado el Hombre.

Lo que no te puedes imaginar es que, esa misma noche, sentado en la butaca de un teatro de la Gran Vía madrileña, se te va a aparecer encarnada, encima del escenario, una de esas diosas. ¿Cuál? No estás seguro, desde la fila 7… ¿La musa pensativa, tal vez?; ¿o es Talía, la musa de la comedia?; ¿o Euterpe, la musa de la música?; ¿o, acaso, no se trata de la mismísima Atenea?

No, no sabrías precisarlo. Pero, ahí está. Delante de tus ojos. Si bien, según el programa de mano, la diosa responde al nombre más terrenal y contemporáneo de Mara Barros. «Bueno», te dices, «lo de Barros será por modestia, y porque Mara Mármol da demasiadas pistas (además de sonar a personaje de los Picapiedra).»

Como habrá quien entre ustedes piense que desvarío, aquí les dejo las pruebas a las que me refería, en forma de dos fotografías, para que comparen por ustedes mismos.

La musa pensativa / Mara Barros pensativa

La musa pensativa / Mara Barros pensativa

Un inciso, que no una disculpa: temo que el tono admirativo que estoy empleando, se vuelva en contra de lo que quiero expresar, y no se tomen en serio mis palabras. Que haya quien piense que esto es tan sólo un blog de otro fan adolescente más con las hormonas revolucionadas (¡ojalá!, pero uno ya no tiene edad para ser fan de nada, a no ser fan de las bajadas del Euribor).

Y hago la aclaración, porque de sobra es conocido que en este país la admiración es poco frecuente. Sí el elogio -sobre todo si el elogiado acaba de morir-; y, por supuesto, abundan los elogiadores profesionales (los pelotas). Pero de admirar, lo que se dice admirar, que es un acto desinteresado, duradero, de agradecimiento por algo sublime que hemos recibido de los demás, pocos se acuerdan. Muy al contrario, da la impresión de que estemos rodeados de personas incapaces de admirar a nada ni a nadie. (Son los mismos, por cierto, que son incapaces de amar si no creen estar recibiendo o esperan recibir algo a cambio.) A mí, sin embargo, hace tiempo que alguien me enseñó que una de las cosas más bonitas que hay en esta vida es admirar. Desde entonces, yo, todas las mañanas, al despertarme me repito: «Acuérdate de admirar». Por eso, cuando me topo con algo digno de admiración -como en este caso-, me pongo más contento que unas castañuelas. Fin del inciso. Continúo.

Si he comenzado por lo más obvio -la chica es más que guapa; es eso que se suele llamar una belleza clásica, serena-, es sólo porque ese primer deslumbramiento es inevitable; sucede nada más aparecer ella en escena; pero el espectáculo no ha hecho nada más que comenzar.

Mara Barros es la joven actriz y cantante onubense que interpreta a Eva, el papel principal del musical Enamorados Anónimos, la directora-terapeuta de la clínica a la que acuden el resto de los personajes para desengancharse de su adicción al amor.

No es una recién llegada a los escenarios; pero yo -lo siento- era la primera vez que tenía la ocasión de verla actuar en directo.

Una repaso de su carrera hasta hoy, al alcance de cualquiera que investigue un poco por la web, nos evidencia que estamos ante una artista que, pasito a pasito, ha logrado hacer valer su talento; que  ha conocido los sinsabores de la, a priori, buena suerte (en forma de programa de TV), así como las lecciones impagables que sólo los escenarios modestos enseñan; que de todo ello ha aprendido -otro talento más que se tiene o no se tiene en esta vida-; y que tanto las buenas como las malas experiencias pasadas ya forman parte del sólido andamiaje de su presente y su futuro artístico. Por fortuna para todos, ha sido perseverante en la persecución de su sueño, y su esfuerzo y trabajo tenaz acaba de dar su primer gran fruto; o esa es la opinión de alguien que no pudo verla en el anterior musical que contó con su presencia, Hoy no me puedo levantar; y, por tanto, se limitará a escribir aquí de lo único de lo que puede escribir con conocimiento, su trabajo en Enamorados Anónimos.

Parece ser que, en un principio, fue elegida para otro personaje, el de Sofía; pero a mitad de los ensayos, le ofrecieron hacer de Eva, lo cual ha acabado siendo una suerte para el musical. Su papel de directora de la clínica, le hace estar de continuo en el escenario, interactuar con todos los personajes, dirigir las escenas colectivas y protagonizar varios de los momentos más íntimos y románticos de esta comedia. Los responsables del musical lo tendrían claro: sin una Eva potente, ese castillo de naipes que es toda comedia, se les caería a cada momento. Necesitan algo más que una buena cantante y una pasable interprete. Necesitaban a una ACTRIZ (así escrito, en mayúsculas), y, por suerte, la tenían entre el casting elegido.

Supongo que el trabajo en los ensayos, de la mano de la directora de escena y coreógrafa, Blanca Li, habrá sido intenso, siendo mayor su experiencia en el terreno musical que en el de la interpretación; pero el resultado es brillante.

Mara Barros

Mara Barros

Mara Barros construye a una Eva enérgica, segura, cínica; que esconde sus heridas emocionales y se las relame a la triste luz de un video-wall por el que espía a sus pacientes; pero, que conforme avanza la historia, se nos vuelve cada vez más adorable, cuando nos permite asistir al espectáculo íntimo, siempre conmovedor y risiblemente patético, que es esa lucha de titanes, entre cerebro y corazón, que tiene lugar en el alma de los que están solos porque esperan del amor más de lo que cualquier amante en el que se materialice es capaz de ofrecer. A esta Eva le han hecho antes mucha pupa; de ahí su descreimiento del amor; pero, en el fondo, es sólo una romántica empedernida con armadura de prêt-à-porter y un bolso extra-grande repleto de malos libros de autoayuda.

En las entrevistas, Mara Barros confiesa que tiene poco que ver con su personaje, que ella es mucho más pasional y enamoradiza. Supongo que también se refiere a la frialdad tras la que Eva trata de ocultar el fuego interno que bulle en su interior, y que esa frialdad poco tiene que ver con el carácter real de Mara Barros. Si es así, estamos ante una prueba más del mérito de su interpretación; porque, en todo momento, consigue hacernos creíble a esa Eva, a mitad de camino entre Reina de las Nieves redicha y señorita Rottenmeier con exceso vitamínico en sangre (¡qué energía pone a la hora de hacer sus ejercicios aeróbicos o de dar unos taconazos de disconformidad, madre mía!).

Su interpretación tiene ese punto justo de tono alto, empuje constante, brío, que requiere el musical, sobre todo si se trata de una comedia; sin caer en el exceso, en la parodia. Aunque cuando le llega la ocasión de ponerse íntima, emotiva, logra, en pocos segundos, trasmitir igual intensidad, ahora contenida, hasta llegar a conmover al espectador más esaborío de la platea.

Suelta sus frases (¡qué contentos tienen que estar los guionistas!) con la agilidad que requiere la comedia, y esa cadencia armónica que no debe perderse nunca en un musical, incluso en sus partes habladas.

A destacar su buena dicción. (¡Ay, a cuántos de nuestros jóvenes actores, incluidos algunos de los más afamados -y no diré ningún nombre, que como decía siempre mi abuela: se dice el pecado, no el pecador- no se les entiende la mitad de los diálogos que, con tanto esfuerzo, los pobres guionistas les han escrito!)

Enamora su elegancia sobre las tablas, y no sólo cuando le toca bailar. Está presente en cada movimiento, en su manera de evolucionar sobre el escenario; en sus gestos e, incluso, en la manera de decir sus frases. (Hay que estar hecha de una pasta especial, para conseguir quedar elegante, hasta cuando los guionistas te hacen decir cosas como: «El amor es una mierda».) Es decir, tiene eso que se llama «presencia escénica»: una energía, una fuerza vital que llena el escenario y se proyecta al patio de butacas; que, en parte, será innata, pero que también es una aptitud -y actitud- que se desarrolla a fuerza de coraje, confianza y creatividad a partes iguales.

Quienes nos hemos metido, desde que éramos críos, celuloide en vena, nos es inevitable entrar en el juego de parecidos, tipo: «pues me recuerda a… en aquella escena…»; o «le vendría como un guante aquel papel que interpretara… en aquella película…».

A mí, Mara Barros, me pareció directamente sacada de una película de Hawks, donde las chicas siempre eran guapas, inteligentes y divertidas; o de una serie del grandísimo Aaron Sorkin (El ala oeste de la Casablanca, Studio 60 on the Sunset Strip), el único heredero legítimo, en nuestros días, del estilo Hawks. La escena que interpreta junto a Carlos Vargas, en la azotea de la clínica, me trajo al recuerdo, sin ir más lejos, otra escena de azotea, en este caso, entre Amanda Peet y Bradley Whitford, en uno de los episodios de Studio 60.

¡Dios mío, qué ganas te entran de verla pronto en el cine!

(Señores Serrano y Sánchez Arévalo, o Almodóvar, o Amenábar, o Díaz Yanes… -que, ¡ay!, seguro que no me están leyendo-, ¿a qué esperan para ofrecerle un papel?; miren que, o se dan prisa, o se les adelantará otro; y, el día de mañana, no van a poder presumir de que la descubrieron ustedes para la gran pantalla.)

Mara Barros cantado La falsa moneda

Mara Barros cantado La falsa moneda

Me he detenido en su faceta interpretativa, porque, para mí, supuso todo un hallazgo; pero a ella hay que añadirle que, en el terreno musical, estamos ante una magnífica cantante, de voz cálida y versátil.

Le toca enfrentarse al repertorio más variado, ya sea acompañada o en solitario, con o sin coreografía de por medio. Así, a lo largo del espectáculo, se la puede escuchar cantar copla antigua: Compuesta y sin novio, donde desborda gracia y fuerza; Ojos verdes, en una interpretación emocionante y contenida a dúo con la voz clásica de copla de Carlos Vargas; y La falsa moneda, elegante y alejada de cualquier tentación de exceso, en un número -comienzo del segundo acto, ella sola en escena- pensado para jugársela y en el que sale victoriosa, entre «bravos» del público. Pero también pone la voz al tema central del musical: Mírame bien; y a dos momentos de ternura y sensibilidad desbordante: Romance de Curro «El Palmo», de Serrat, donde brilla junto con Ondina Maldonado, hasta el punto de hacerte subir ese manojillo de escarcha del que habla el estribillo del estómago a la garganta -uno agradecería en esos momentos que le acercasen desde el bar un whisky con un dedo de agua y otro de anticongelante-; y Contigo, de Sabina, en una demostración más de que al maestro de Úbeda le ocurre lo mismo que a mis admirados Bob Dylan y Tom Waits, ¡cómo ganan sus canciones cuando, en lugar de aullarlas un perro a la luna, las maúlla una gata tendida en un sofá! (Momento este último, por cierto -con ese estribillo renegando del amor civilizado-, en el que su personaje, Eva, se descubre: ¡anda con ésta!, pero si es de las que busca un amor sublime, a lo Romeo y Julieta, a lo Tristán e Isolda, a lo Rick Blaine e Ilsa Lazlo…; un amor de los que valen una vida, de los que, aunque efímeros, calientan cuando llega el largo invierno.)

Da gusto ver a algunos de los integrantes de esta nueva generación de jóvenes interpretes españoles que, a la manera de los actores del  Hollywood clásico, al fin se preparan para actuar, cantar, bailar. Y más gusto aún cuando tienes delante de ti a alguien en la que todas estas facetas, de manera equilibrada, están alcanzando un nivel altísimo.

Me imagino que habrá gente a su alrededor que, en algún momento, le planteen el dilema: «Pero, entonces, ¿con qué te quedas, con la canción o la interpretación?»; como si de una elección inevitable se tratase. Confío en que tome la decisión adecuada: «Me quedo con ambas». Porque tener ese doble talento nunca debería ser un problema.

(El único problema que yo le auguro a Mara Barros es de espacio. Mejor que vaya encargando unas estanterías -y que no sean de IKEA, que son muy complicadas de montar-, porque para tanto premio como va a recibir de aquí a unos añitos, las de la casa de sus padres se van a quedar pequeñas.)

Por ahora, los musicales le permiten compaginar ambas facetas; y, tampoco, nos quejaremos si su carrera continúa por esta senda mucho tiempo. El musical es un género que, por fin, parece haber llegado a España para quedarse; y, después de participar en Hoy no me puedo levantar (el de mayor éxito, al menos de público, hasta la fecha), y protagonizar este espléndido Enamorados Anónimos, a ver quién le disputa a Mara Barros estar en la primera línea de salida para convertirse en la Gran Dama del Musical en España (con permiso de Paloma San Basilio), al estilo de las grandes damas del musical de Broadway o el West End.

Mara Barros y Carlos Vargas en un momento del musical

Mara Barros y Carlos Vargas en un momento del musical

Escuchándola cantar y viéndola actuar, bailar, moverse por el escenario, Mara Barros transmite la seguridad de quién ha encontrado su lugar en el mundo, ese desde donde crecer día a día y mostrarse, no solamente como una bella mujer, una bonita voz; sino desde donde dar lo mejor de sí misma, desde donde brillar con una luz propia, única; la suya.

Por si fuera poco, en las entrevistas, se muestra humilde, sensata. En ningún momento da la impresión de que el éxito -o lo que es igual de peligroso: el (circunstancial) fracaso- pueda subírsele a la cabeza.

Modestia que le honra; sobre todo, cuando estoy convencido de que Mara Barros, ya de niña, vería las estrellas (las del cielo y también las otras: las de la pantalla y los escenarios -alguna tan familiar-) y pensaría algo parecido a lo que un día escribiera Clarice Lispector: «Si el brillo de las estrellas duele en mí, si es posible esta comunicación distante, es porque alguna cosa semejante a una estrella se estremece dentro de mí.»

¿Quieren ustedes contemplar en vivo ese estremecimiento, el de una estrella comunicando emoción y talento por todos y cada uno de sus átomos? Pues acudan raudos, una noche de estas, a la Gran Vía, al Teatro Rialto, a ver Enamorados Anónimos. Allí se encontraran con esta estrella, de nombre: MARA BARROS.

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2 respuestas to "Mara Barros"

Mara Barros forma parte de «ALGO EXTRAÑO», un cortometraje con un gran reparto.

Una comedia de ficción donde Mara interpreta a «Tania», una chica de barrio extravagante y peculiar. Rodeada de otros personajes a la par de interesantes.

Se ha finalizado con éxito el rodaje del cortometraje y atualmente se encuentra en fase de posproducción. El cortometraje cuenta con actores del calibre de Bart Santana («Física y química», «Mi primera vez»), Israel Rodriguez («Yo soy Bea»), Iván Luís («La familia Mata»), entre otros.

Más información del resto del reparto, director, productores, fotografías, etc, en los blog:

aticazoproducciones.blogspot.com

hillsproyectentertainment.blogspot.com

No os lo perdais!!

Podeis escuchar las voces de Mara Barros y Ondina Maldonado, haciendo unos coros fantásticos y coraboraciones solistas, en el primer disco de STEBAN.

Se puede escuchar parte de los temas en

http://www.myspace.com/musicsteban

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Este blog está dedicado a ENAMORADOS ANÓNIMOS, musical producido por Drive Entertainment, S.L., que se estrenó el 16/10/2008, en el Teatro Rialto de Madrid, permaneciendo en cartel hasta el 17/05/2009.

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